Un tema prioritario es la información que se administra al paciente acerca del diagnóstico, pronóstico y tratamiento. Aunque hasta la década de los sesenta la mayor parte de los médicos tendía a informar escasamente o no informar a los pacientes de cáncer del trastorno que padecían, la tendencia en los últimos años se ha invertido, en algunos países, cono Estados Unidos, por imperativos legales, en otros por razones diversas entre las que se incluyen la demanda de los propios pacientes y la adopción de un modelo de atención médica más centrado en el papel activo del paciente. Probablemente, también sea importante el haber constatado que los pacientes informados correctamente muestran una mejor adaptación social a largo plazo, aunque no de forma inmediata.
Los efectos positivos de la información al paciente de cáncer dependen del contenido de la información, de cómo y de cuándo se emita. Respecto al contenido de la información ésta debe incluir al menos:
· El diagnóstico y características clínicas del cáncer.
· Características de los procedimientos de diagnóstico y tratamiento, las razones por
las que se aplican y los efectos benéficos que comportan.
· Efectos colaterales de los tratamientos, tipos e incidencia y estrategias o medios
para disminuir o paliar los efectos negativos: prótesis, posible caída del cabello,
náuseas y vómitos, etc.
En cuanto al cómo y el cuándo:
· La información ha de ser secuencial, es decir, ha de tener en cuenta los diferentes
momentos o fases del proceso asistencial, de forma que sea específica y concreta a
la situación en que se encuentre.
· Debe estar administrada por el especialista del área en cuestión, de forma que los
aspectos acerca de las características y curso de la enfermedad han de ser
comunicados por el médico, mientras que los aspectos psicosociales han de ser
comunicados por el psiquiatra. Inicialmente, la información se dará por medio de
conversación, pudiendo complementarse mediante folletos, películas o información
provenientes de otras personas que hayan pasado por una experiencia similar (en
este caso es imprescindible un entrenamiento específico de esas personas).
· Hay que adecuar la información al estilo de afrontamiento del paciente. La
investigación ha revelado distintos estilos de afrontamiento por parte de los
pacientes, algunos prefieren olvidar, negar o evitar la evidencia de la enfermedad.
En este caso, una información reiterada y exhaustiva puede serles negativa,
mientras que otros prefieren buscar cuanta más información mejor, por lo que se les
debe facilitar la máxima posible.
· La información ha de estar estructurada integrando un esquema conceptual de lo que
significa el cáncer, pues en muchos casos es necesario hacer comprender al paciente
que el concepto que tiene sobre el cáncer es incorrecto e inadaptivo. Asimismo hay
que insistir en las posibilidades de intervención actuales, insistiendo en las elevadas
tasas de recuperación que se consiguen, y destacar la importancia de la actuación
que debe llevar a cabo el propio paciente.
En todo caso, la información ha de ser realista y hay que abstenerse de ofrecer
panaceas, ni expectativas positivas infundadas.
La información del diagnóstico o tratamientos a seguir, puede hacerle sentir al
paciente mayor ansiedad inicialmente, pero a medio y largo plazo los pacientes
informados y sus familiares logran desarrollar una mejor adaptación al proceso: la
ausencia de información puede producir una mejor adaptación pero sólo a corto
plazo. Ha de tenerse en cuenta que el dar información puede llevar a un mayor
estado de estrés sólo si no se acompaña de entrenamiento en estrategias para
afrontar los problemas que se originarán. Conviene, por tanto, registrar los efectos
de la información, así como la precisión y comprensión por el paciente de lo que se
ha comunicado.
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